¿Qué sabemos de los sueños? ¿Por qué soñamos? ¿Por qué de repente tenemos pesadillas o soñamos con un maestro de la prepa? Hoy las neurociencias nos explican que los sueños suceden porque el cerebro no deja de trabajar cuando estamos dormidos; sin darnos cuenta, el cerebro se recupera de la actividad del día, activando una actividad bioquímica intensa, ¡por momentos parece funcionar aún más que cuando estamos despiertos! Entonces, soñamos principalmente para que el cerebro se restaure cada noche y pueda coordinar al cuerpo para el siguiente día.
En la actualidad, la psicología explica que este trabajo de recuperación se presenta en forma fascinante, mediante imágenes, sonidos y sensaciones que tienen relación subjetiva y muy particular con la historia de cada persona. Soñamos lo que vivimos, lo que nos preocupa, lo que sentimos, acerca de lo que deseamos o lo que nos da miedo. Los sueños usualmente ocurren sin continuidad ni congruencia; las escenas, el tiempo, los lugares y personajes cambian de repente, pero en general soñamos con personas que conocemos, con lugares donde hemos estado y con situaciones que hemos vivido, claro, con sus respectivos niveles de distorsión característica de los sueños. Así, al tratar de entender nuestros sueños podemos darnos cuenta de que en general son metáforas, símbolos y expresiones entremezcladas que reflejan distintos momentos y nuestro estilo de vida.
Por su parte, las neurociencias indican que las teorías más aceptadas acerca de la expresión de los sueños explican que los sueños son resultado de una combinación de cambios fisiológicos nocturnos; esto se relaciona con los sucesos de la vida diaria que participan en la consolidación de la memoria. También sirven para reprogramar y fortalecer cada noche al cerebro, eliminando la información irrelevante. De igual manera, soñar contribuye a mantener un buen estado de ánimo, a prepararnos para enfrentar situaciones demandantes de la vida y para resolver problemas de manera más eficaz.
Soñar significa llegar a la etapa más profunda. Si duermes suficiente y recuerdas tus sueños con regularidad, puedes presumir de dormir como un bebé.
Fuente: Revista Moi