La conocida clasificación de huracanes, se basa únicamente en las velocidades máximas de los viento en un momento determinado. Esta escala llamada Saffir-Simpson, está diseñada para transmitir la trayectoria de una tormenta y el tipo de daños que se pueden esperar.
Expertos consideran que la velocidad del viendo es una métrica fácil de utilizar, sin embargo, el agua y el viento, pueden provocar un gran huracán, ya que los vientos huracanados pueden contribuir a las inundaciones empujando el agua del océano hacia el interior. La forma del fondo oceánico y de la costa, así como el diámetro de la tormenta, son también factores importantes.
Por lo tanto, el tamaño de la marea puede ocasionar grandes daños directamente relacionados con la velocidad del viento. Sin embargo, las precipitaciones están casi desconectadas [de las velocidades máximas del viento] y generalmente se rigen por la rapidez con que se mueve la tormenta”
Otra manera de clasificar los huracanes son por las mareas de tempestad, ya que pueden variar drásticamente, ya que el impacto de las lluvias puede variar en función del grado de humedad del suelo: el terreno ya saturado tiene más probabilidades de inundarse.
¿Cómo se elige el nombre de los huracanes?
La institución encargada de la denominación de estos fenómenos meteorológicos es la Organización Meteorológica Mundial, con sede en Ginebra, que sigue un estricto procedimiento. La lista del Atlántico cuenta con 21 nombres masculinos y femeninos y en el caso del Pacífico cuenta con 25 nombres. Cada año la lista cambia, y cada 6 años se completa un ciclo.
Cada vez que hay una nueva tormenta, las autoridades meteorológicas solo tienen que seguir el orden del ciclo. Por ejemplo, el cuarto ciclón del año correspondería a Dorian (masculino), seguido de Chantal (femenino) y precedido de Erin (femenino).
Fuente: www.nationalgeographic.es
Redacción: AnaBren.Cortes