Que cambien nuestros olores se debe a que tenemos dos tipos de glándulas sudoríparas que se activan en diferentes momentos y por diferentes motivos:
- Apocrinas: se concentran en zonas peludas, como la entrepierna, y desprenden un liquidillo lleno de grasas, aminoácidos y proteínas que le encanta a las bacterias. Se activan cuando estás nervioso y la razón es por nuestro ancestral miedo a ser comidos por un animal gigante… segregamos ese olor para alertar a otros del peligro.
- Ecrinas: están en todo el cuerpo y echan chorritos de agua salada en la superficie de la piel que nos ayudan a refrescarnos cuando tenemos calor.
Lo que apesta no es tu sudor. El olor corporal viene de las bacterias que se alimentan de las grasas y proteínas que salen del sudor; cuando rompen las moléculas estos químicos apestosos se liberan y entonces apestas.
Para qué sirve nuestro olor
- Para crear lazos familiares: cuando todavía no ven, los bebés reconocen a sus mamás por el olor.
- Para encontrar pareja: las feromonas alertan a los hombres de que una mujer está ovulando, haciéndola más atractiva sexualmente. Además, se cree que usamos pistas oloríficas relacionadas con el sistema inmunológico para escoger pareja.
- Para mandar señales sobre nuestra salud: algunas enfermedades pueden alterar nuestro olor corporal.
Enfermedades de hígado o riñones y la diabetes tienen olores extraños cuando están avanzadas, usualmente en la boca. - Como huella única: cada persona produce su propio olor, sin importar lo que coma. Los “aromatipos” individuales contienen compuestos orgánicos volátiles que te dan un olor tan único como una huella digital o el ADN.
¿Dónde huele más?
- EL SOPE es el responsable de la mayoría del olor de las personas. Usa un desodorante de protección larga o antibacterial. Y quítate los pelos de las axilas para no empapar las camisas, entre más pelo, más bacterias.
- EL OMBLIGO… y cualquier área donde piel conviva con piel, como tus lonjas y debajo de las chichis, límpialas súper bien con agua y jabón y sécalas por completo. Si vives en áreas cálidas o sudas mucho, usa talco para evitar la humedad.
- LOS PIES los usas todo el día, es normal que se generen bacterias. Usa calcetines de algodón, no telas sintéticas. Trata cualquier tipo de callosidad y remoja los pies en agua caliente con una cucharadita de cloro para matar las bacterias.
- TUS PARTES “PUDENDAS” tienen un chorro de glándulas sudoríparas que, junto con la vagina o testículos, resultan en aromas extraños. Ni se te ocurra lavarte ahí abajo con jabones de olorcitos, los olores son naturales y necesarios.
Dime qué comes y te diré cómo hueles
- Comida chatarra: si contiene aceite vegetal parcialmente hidrogenado se descompone rápidamente y causa una mala digestión, lo cual genera malos olores.
- Lácteos: en exceso crean olores porque la lactosa tiene mucha caseína, que produce hidrógeno y cuando se descompone es un festín para las bacterias.
- Huevos: si sientes que hueles a pescado, puedes tener trimetilaminuria, un desorden genético. Comer huevo en cualquier presentación puede despertarlo.
- Carne roja y pescado: como tardan mucho en pasar por el tracto digestivo, se echan a perder y liberan su peste. Después se convierten en sudor y gases súper olorosos.
- Fibra: las leguminosas, frijoles y granos enteros producen metano, hidrógeno y dióxido de carbono durante la digestión, el alimento perfecto para las bacterias del mal olor.
- Mujeres de cebolla y hombres de queso: el olor corporal de una mujer contiene niveles altos de un compuesto sulfúrico que cuando se junta con las bacterias produce una sustancia química conocida como tiol, que huele a cebolla. El de los hombres, en cambio, tiene niveles altos de ácidos grasos que combinados con las bacterias de la axila huelen como a queso.
Fuente: Moi